Pues bien, puestos a buscar ejemplos que confirmen nuestros prejuicios (en última instancia, todo es un prejuicio y todo lo humano es un intento de encajar la realidad en él, generando una dinámica conflictiva y potencialmente violenta), encontré hace unos días uno que parece apuntar en la dirección contraria a la de los Tupinamba. Se trata de los kung, una tribu que forma parte del pueblo san (más conocidos por el despectivo nombre de bosquimanos). Los kung son un pueblo de recolectores y cazadores que habitan la zona septentrional del desierto del Kalahari y que llevan siglos viviendo de la misma manera sin apenas cambios. De entrada, no se les consideró humanos, hasta que en los años 60 del siglo XX varios antropólogos se interesaron por ellos, sorprendiéndose por la absoluta ausencia de violencia en su sociedad. Los estudiosos llegaron a la conclusión de que no es que no fueran agresivos, sino que sus costumbres contribuían a la atenuación de esa agresividad. Por ejemplo, al cazador que cazaba la ieza más grande se le ridiculizaba y era objeto de mofa, hasta el punto de que llegaban a pedir perdón por no haber cazado nada más grande y de entrar en el poblado compungido por su actuación. De este modo, el grupo ejercía una presión sobre los individuos que evitaba que alguno se pusiera por encima de los demás y se creyera investido de ciertos derechos. Además, los poblados kung están formados por chozas que se distribuyen de forma circular, y no existen las puertas, de modo que desde cada casa se puede saber lo que está ocurriendo en la sotras. Así todo el mundo se controla recíprocamente. Se sabe que hace siglos los kung guerrearon con sus vecinos, pero una vez alcanzado el equilibrio, éste no se ha movido en centurias, manteniendo unos niveles de violencia inusitados en grupos humanos.
A pesar de todo, en los años setenta sí que empezaron a observarse conductas violentas, describiéndose algunos casos de maltratos a las esposas. Esto coincidió con un cambio profundo en sus estructuras sociales. El gobierno les expulsó del desierto en el que vevían y les ofreció terrenos para cultivar y ganado, forzándoles a abandonar sus costumbres de caza y recolección. Así, hay quien ha afirmado que lo que introdujo la violencia es la propiedad privada. Pero esto no es más que otra manifestación más de lo que he afirmado al principio, de arrimar el ascua a la sardina ideológica. Porque del mismo modo, otros han querido ver un supuesto origen no violento de la humanidad, una época dorada en la que no existió la violencia, que luego fue introducida, al modo roussoniano, por la mayor complejidad de la sociedad.
Al fin y al cabo, la explicación más plausible para el caso de los kung no es que no fueran violentos, sino que sus costumbres suponían un potente filtro para la agresividad natural que todos tenemos. Nótese que hablo de agresividad y de violencia, y que lo hago de forma más o menos indistinta. Pero creo que habría que precisar un poco estos términos, lo cual será objeto de alguna entrada más adelante.